martes, 31 de agosto de 2010

Surrealismos cómicos (o casi)

El hombre desbordado
Una tarde de viernes casi lluviosa me cuelo en el cochecito de Otto y voy al super (con Abi y Otto, claro).

En el frío pasillo de lácteos, noto un hombre de unos 45 años con tres hijas mujeres de entre 8 y 3 años (cuanto más chicas, más lindas). Las dos más chicas pelean entre sí y la mayor busca y encuentra diferentes formas para hacer que el padre compre lo que ella quiere.

De las 50 cajas que tiene el super, sólo dos están habilitadas para envío a domicilio y hay dos colas muy largas de gente con carros muy cargados. El último en una de esas filas es el padre con sus hijas. Alto, gordo, con pantalón de gabardina, camisa a cuadros y sueter escote en V amarillo. También tiene anteojos y mucho pelo (castaño).

Abi pide que abran otra caja para envío. El encargado de envíos le dice: "Sí, claro, pero mientras tanto puede pasar por la caja de al lado que ahí podemos hacer el envío también".

Abi va con Otto en un brazo y con el otro intenta empujar el carro, pero en cuanto el padre de las chicas escucha que en la caja de al lado pueden hacerse envíos le reclama: "Dejame pasar a mí, hace media hora que estoy esperando."

El portero eléctrico descompuesto
Volvemos a casa. Nos encontramos con un cartel en la lista de timbres que dice: "No anda el portero eléctrico, toque timbre que lo escuchamos y espere que bajemos a abrirle".

Sí. Todo eso dice el cartel y el aviso parece aplicar a todos los departamentos.

Cuando llego a mi balcón (que en esta tarde casi lluviosa está húmedo), Ottito ya está jugando en el piso con Abi.

Pasan cinco minutos. Suena el timbre.

Con cara de qué rápido, Abi se apura a ponerse un zapato. Abre la puerta del balcón saltando en una pata y grita (con tono algo desesperado): -¡Ya bajoooo!.
-Señora vine a arreglar el portero eléctrico, veo que escuchó el timbre- le responden desde la vereda.

El envío del supermercado
Pasan 15 minutos más. Suena el teléfono. Llaman del supermercado porque tocan el timbre y nadie contesta. Baja Abi con Ottito en brazos para abrir la puerta a los que traen la compra.

Allí va a encontrarse con la siguiente escena: La puerta abierta de par en par. El cadete parado en el límite entre el adentro y el afuera (como si la puerta estuviera cerrada o bien hubiera un láser letal que le impidiera cruzar). Las manos del cadete en el marco superior de la puerta, como colgándose, como descansando (era alto, si). Las cajas de la compra en el piso al lado de sus piés. El técnico se fue. El portero eléctrico ya ni suena (si antes sonaba pero no se escuchaba la voz que respondía, ahora ni suena).

El fumigador
Mañana del sábado siguiente. Veo entrar al fumigador al edificio alrededor de las 9.30. Abi y Sereno empiezan a vaciar las alacenas y alrededor de las 10 ponen un cartel al lado del timbre que indica que no anda, que por favor golpee la puerta. Sí, el timbre del departamento (el timbre que está al lado de la puerta del departamento de Abi y Sereno) tampoco anda.

Son las 11 y no pasó el fumigador. Abi no escuchó las puertas de los vecinos, ni al fumigador hablar en los pasillos. Le pregunta a las chicas del salón de belleza. Le dicen que ya se fue. Pasó más temprano. Y si. Yo lo vi. 10.20 salió.

Abi consigue el teléfono del fumigador y le pide que vuelva.

Pasa una media hora. Suena el portero eléctrico.

-¿Fumigador?
- No señora el técnico del portero eléctrico

Las empanadas
Llega el fumigador y una vez hecho el trabajo, (no se si por rutina o por devolverle a Abi y a Sereno la amabilidad de haberlo llamado para que volviera) recomienda enfáticamente que dejen todo fuera de las alacenas por 24 horas.

No se puede cocinar. Piden empanadas.

Suena portero eléctrico.

- ¿Empanadas?
- No señora, el técnico del portero eléctrico.
- Ah!, mire que estoy esperando empanadas eh! ¿Me los manda cuando llegan?
- No señora, ahora me voy a probar arriba.

Abi cuelga el portero eléctrico con cierto énfasis mientras dice: -Estos nos vienen amagando desde ayer.


Suena el portero eléctrico. 

- ¿Empanadas?
- No señora, el técnico del portero eléctrico, cuelgue bien el aparato que se escucha todo.

El puño sobre la madera
Vuelven a llamar a la casa de empanadas a ver qué pasa.

- Ya va el chico señora.

Pasan 2 minutos. Se escucha toc-toc: Un puño sobre la madera.

Acá abajo, el técnico del portero electrico se fue. La puerta del edificio abierta de par en par. Arriba Abi sacó el cartel (que no vio el fumigador) indicando que el timbre no funciona.

-¡De a pizzería señora!- Dice la voz del otro lado de la puerta.
- ¿Tocaste el timbre y nadie te contestó?
- Ah... no... ni vi el timbre, vi la puerta abierta abajo, subí y golpeé esta puerta directamente.

El bello (¿?) final
Abi llora de risa (paquete de empanadas en mano) frente a la puerta abierta de su casa. A su alrededor, cacerolas que nunca usa sobre el escritorio; paquetes de arroz, polenta y latas en el sillón; en las sillas platos, tazas y cubiertos; cajones de cocina apilados sobre el piso del living.

lunes, 23 de agosto de 2010

Más arte sobre ruedas

¿Les queda alguna duda de que este barrio está plagado de artistas que trabajan sobre autos, camiones y todo tipo de vehículos?














Si tienen dudas miren de cerca esta obra de arte.
Yo nunca vi tanta creatividad. ¿Ustedes?















lunes, 16 de agosto de 2010

La Rusa

He aquí la Rusa.
La Rusa es mi vecina preferida desde que la vi hablando desde la vereda con su hija mayor que estaba en el balcón del segundo piso.

Parada acá abajo de mi balcón, cuello hacia arriba, gorro andino de lana, piloto beije a cuadros (aunque no llueve) y abajo alguna ropa hippie-hippie (no hippie-chic, hippie-hippie).

Tendrá cerca de 40 años, es (como imaginarán) blanquecina y rubicunda y sus ojos (si bien no verdes, ni celestes) son claros. No imaginen a Sharapova, es mas bien baja y de facciones duras. Imaginen algún que otro lunar.

Por épocas está y por épocas se va y se instala allí un pequeño estudio jurídico. Cuando está, el aireyluz se llena de risas y llantos y no ha faltado ocasión en que los pasillos hayan tenido globos o alguna otra decoración (su segunda hija nació acá y hubo carteles de bienvenida en diferentes idiomas).

Su marido es argentino, flaco, alto, pelado de pelo largo blanco con barba muy crecida y canosa. Siempre en jeans y ojotas o franciscanas, bolso andino cruzado. ¿Filósofo? ¿Escritor? ¿Antropólogo? Hasta ahora no he podido averiguarlo.

A las reuniones de consorcio asiste su suegro, que se parece a los de mi club (enanos de jardín), por su boina, su estatura, su panza y su barba de Papá Noel. Pero no, no es siquiera un gnomo. Es un hombre, quizá no uno cualquiera, pero hombre al fin.


La rusa maneja una camioneta vieja que se parece a estas que muestra la foto. Las chicas van atrás (vestidas con estilo hippie-hippie con toques andinos), su marido de acompañante. 


Si algo no anda, baja el marido, abre la parte de atrás de la camioneta (en donde está el motor) hace que mira, no sabe qué hacer y (sin que él la llame) baja ella de la camioneta, enseguida mete las manos, cierra, arranca y se van.

Los verduleros le regalan fruta muy madura y ella hace dulces.

En la última reunión de consorcio, su suegro dijo que a ella le molesta el olor a cera que sube por el aireyluz desde el salón de belleza.

domingo, 8 de agosto de 2010

El consorcio se reunió

Gustavo refunfuñó, Abi le gritó, OC golpeó el puño contra la mano dos o tres veces antes de decir "pago yo" y Kika escapó por el ascensor cuando llegó la pizza justo en el momento que Gustavo re-refunfuñaba: "Kika, esto es una locura" y ella lo dejaba sólo caja de cartón caliente en mano, ojos en el rectángulo/mirilla puerta tijera mediante: "Ya se, pero me tengo que ir".

Después de amenazar con demandas varias, también Gustavo se fue. No sin antes pedir un recibo por pago de expensas que nunca abonó.  Ocurrencias de gnomos resentidos. 
Related Posts with Thumbnails